Conocer a tu esposa es un viaje

Alguien alguna vez dijo que los viajes no solo son para disfrutar el destino, sino también el paseo. Creo que eso es cierto en el matrimonio. Uno de los consejos que he escuchado de varios hombres casados que admiro y que tengo como ejemplos para mi vida, es que me convierta en un estudiante de mi esposa.

Conocer a mi esposa ha tenido varias etapas. Antes de comenzar una relación de más que amigos, descubrí aspectos básicos sobre su carácter, intereses y sueños. Sin embargo, con el tiempo he profundizado en el conocimiento de quién es ella. He descubierto muchos de sus talentos, dones, y mucho más de su historia personal. Ese conocimiento sobre ella, me ayuda a amarla de manera más efectiva, porque no es algo genérico, sino personalizado. Conocerla más fortalece nuestra unión.

El proceso de conocerla ha sido como un viaje, al principio del cual yo solo quería llegar. Solo quería saberlo todo sobre ella…conocerla bien para poder saber cómo abordar su forma de interactuar y su forma de pensar. Pero después de casi siete años de casados, he aprendido más a disfrutar el proceso en vez de solo «querer llegar».

Sin embargo, aunque el proceso ha sido agradable y he podido disfrutar del paisaje, también es cierto que ha tomado tiempo y esfuerzo. Creo que uno de los retos que no me esperaba era el hecho de que mi esposa cambiaría y yo debería mantenerme actualizado. Así como los doctores necesitan mantenerse al día sobre descubrimientos nuevos acerca del cuerpo humano, yo necesito seguir poniendo atención a lo que mi esposa está experimentando y cómo está cambiando. Puede ser desde algo como que sus flores favoritas no son las mismas que cuando nos casamos. Puede ser algo como que quiere tener algunos hijos menos que los que originalmente había dicho.

Conocer a tu esposa te ayuda a amarla mejor

El apóstol Pablo nos dice:

«Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella.»

Efesios 5:25

Jesús nos amó tanto y dio su vida por nosotros sabiendo quiénes éramos, qué habíamos vivido, y qué necesidades teníamos; sabía que éramos humanos que habían pecado y necesitábamos redención. Lo más asombroso es que a Jesús no le bastó con ofrecernos palabras de sabiduría y milagros (los cuales son sin duda regalos que no tienen precio), sino que, al conocer nuestra mayor necesidad (la necesidad de redención), tomó la responsabilidad en la relación y murió por nosotros.

De la misma manera es necesario que conozcas a tu esposa para que puedas descubrir cómo amarla. Dedica un espacio para conocerla; pasa tiempo a solas con ella y hazle preguntas como «¿qué tal estuvo tu día?», «¿cómo te sientes?», «¿qué sueños tienes?», «¿cómo te puedo hacer sentir amada?». Descubre qué es importante para ella y trata de ponerte en su lugar. Pon atención a cómo reacciona ante diferentes circunstancias. Descubre qué la hace sentirse feliz, triste, frustrada, preocupada, amada.

Una vez que hayas descubierto algo sobre ella, actúa. El conocimiento que adquieras a través de preguntas y observación, te ayudará a decidir comprarle esos chocolates con caramelo que vio en la tienda mientras hacían las compras —te ayudará a sorprenderla con un regalo especial o con una canción romántica— o te ayudará a lavar los trastes antes de que ella vuelva a casa.

Por último, es necesario que sepas que este proceso de aprendizaje podría requerir de mucha paciencia y práctica. Sin embargo, Dios lo usará para seguir transformando tu matrimonio continuamente y hacerlo más efectivo para sus propósitos.

Porque Dios nos amó primero es que podemos demostrar nuestro amor por él y por nuestra esposa. Continúa conociendo a Dios y descubriendo su amor por ti, conócete a ti mismo y descubre cada día quién es tu esposa.